martes, 14 de febrero de 2012

Cuando Rosas no fue tan patriota



Lo siguiente es un pequeño segmento de la novela de José Mármol "Amalia" en que el autor da a conocer una carta escrita en el año 1829 por quien años más tarde asumiría la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires (con la suma del poder público) y la delegación de las relaciones exteriores por parte de las provincias que conformaban la Confederación Argentina (extraña federación aquella que carecía de norma regular que la legalizara).
José Mármol, exiliado durante la dictadura rosista, incluyó en su relato una carta presentada en el año 1849 a la cámara de diputados que hacía la corte al Restaurador


Aquí va el párrafo introductorio seguido de la curiosa epístola:

Mucho antes de su jactancioso patriotismo americano, y en la edad en que el hombre es más susceptible a la ebullición de los sentimientos patrióticos, exagerados con frecuencia por el calor de la sangre y los arranques impetuosos del carácter personal, Rosas habíase puesto de parte de los extranjeros y aplaudido un acto de piratería ejercido contra el pabellón nacional. 

Después de la revolución del 1º de diciembre de 1828, un hecho escandaloso fue cometido por el comandante M. de Venancourt, al mando de las fuerzas francesas en estas aguas, contra nuestra pequeña escuadra, asaltada en medio de la noche por las tripulaciones francesas. Don Juan Manuel Rosas, en armas ya contra la revolución, se dirigió a M. de Venancourt aprobando su conducta y pidiéndole que retuviese la escuadra.


 "El infrascripto tiene el honor de dirigirse al señor comandante de la escuadra francesa para expresarle en su nombre y en el de todos los ciudadanos de la Nación Argentina el más sincero y justo homenaje de reconocimiento por los sucesos que han tenido lugar en estos últimos días respecto de la escuadra nacional que, a consecuencia de la insurrección del 1° de diciembre, había caído en poder de dichos insurgentes, por haber puesto en libertad a los prisioneros detenidos a bordo, y otros pasos que demuestran claramente que los agentes públicos de la nación francesa han sabido reconocer al Gobierno legítimo de la República Argentina y obrar de conformidad con las relaciones de estrecha amistad que la República Argentina conservaba hasta el 1° de diciembre con la nación francesa. 
"El abajo firmante ha tenido comunicaciones interesantes del señor Cónsul general de Francia, y le ha respondido de una manera satisfactoria. En definitiva, y hallándose el infrascripto general suficientemente autorizado por el poder soberano de la nación para arreglar y disponer todo lo que se mire como necesario al restablecimiento de las leyes y de las autoridades legítimas de la provincia de Buenos Aires, requiere del comandante a quien se dirige: "En primer lugar, que la escuadra nacional tomada a los insurgentes no sea devuelta, sino que sea guardada a la vista y en seguridad; que se tomen los buques nacionales que se hallan en el Paraná; que se haga toda especie de hostilidades contra los que hoy mandan igualmente en Buenos Aires; que se permita al general infrascripto una entrevista que podrá tener lugar en la Ensenada; que se comuniquen todas estas resoluciones al Cónsul general, y para abrir una comunicación frecuente con el susodicho Cónsul general, el comandante de la escuadra facilitará los medios de comunicación necesarios a la Ensenada, donde el que firma pondrá a la disposición del comandante francés tanta carne fresca cuanta necesita diriamente para sus buques y para todos los demás que quiera proveer de ésta y que pueda desear el susodicho comandante. 
"El comandante general don Prudencio Rosas (hermano del general) se halla en la Ensenada, encargado de proporcionar al señor comandante de la escuadra todo cuanto necesite, y la misma orden se ha dado desde Quilmes hasta el Tuyú, y por todas las costas, y puertos donde se hallen sus tropas, éstas están prontas a ejecutarlo. 
"El infrascripto tiene el honor de saludar, etc. -Juan Manuel de Rosas." 
(Esta carta fue conocida el 29 de diciembre de 1849, presentada a la Cámara de Diputados por Mr. Larrochejaquelein.) 


Algo de historia;


En 1821, el gobierno de Martín Rodriguez y Rivadavia en la Provincia de Buenos Aires extendió la obligación del servicio militar a los extranjeros.
En 1829, durante el corto gobierno del golpista Lavalle, el vizconde Cornette de Venancourt lideraba una escuadra naval francesa apostada en el Río de la Plata y aprovechando los enfrentamientos internos quiso forzar en nombre de su país, la abstención de los ciudadanos franceses a realizar el servicio militar en una patria que no fuese la suya propia.
Increíble es el hecho de como los revisionistas fundacionales relativizaron el hecho. Son los mismos que engrandecen la batalla de la Vuelta de Obligado como hito de la soberanía. 
Es cierto que el gobierno de Lavalle era ilegal, la diferencia con el de Rosas es que Lavalle entró mal parido al asesinar al bueno de Dorrego. 
En 1835 Don Juan Manuel acepta la Gobernación de la provincia de Buenos Aires con la suma del poder público que tanto deseaba, luego de rechazar todas las mociones anteriores de la Cámara de Representantes en la que lo nombraban en el cargo. 
Una vez con el poder concentrado en su persona, estuvo bien dispuesto a avasallar los derechos de todo cuanto no se calzase una cintita colorada en la cabeza.
Entre tanto el historiador pro-Rosista, José María Rosa, primer apologetista del poderoso estanciero, ensayó una justificación que podría llegar a ser convincente o en todo caso relativizada si no fuera porque fue el mismo Rosa quien exaltó la Batalla del año 1845 como defensa de la patria ante una invasión extranjera, cuando esta vez el Restaurador se hallaba en el poder.

Este es un fragmento del libro de J.M.Rosa: "Rosas, nuestro contemporáneo" 
del año 1970;

"Pepe" Rosa, historiador rosista
 Como he leído en La Nación del 21-12-69 que el Dr. León Rebollo Paz entiende que Rosas “sólo defendió la soberanía cuando esta defensa coincida con la defensa de su gobierno, de su posición  personal y de sus intereses (?)”, pero en 1829 "cuando pudo y debió defender la soberanía nacional sin defender nada propio, no solamente no lo hizo sino que conspiró contra ella”, me veo obligado a aclararle lo ocurrido en 1829. Lavalle se había apoderando del gobierno, y para reforzar sus tropas convocó a la milicia. Protestó el cónsul francés – Washington de Mendeville – porque las milicias (había 1.500 vascos franceses en ella) “pueden ser llamadas para combatir bandoleros y cuidar el orden, pero no para tomar parte en las guerras civiles"; contestó el ministro de Lavalle – Díaz Vélez – que "(ésta) no era una guerra civil” y "el llamado ejército federal era una invasión de salvajes mandados por caciques que no respetan ley ni principios"; rearguyó el francés que ésa sería una opinión particular y apasionada del ministro, pero "el ejército que marcha contra. esta ciudad es una tropa organizada que maniobra con un objetivo político"; insistió el unitario que los federales "eran bárbaros que amenazaban la vida y propiedad de los habitantes" (5 al 15 de abril de 1829). En consecuencia el cónsul pidió sus pasaportes, y los unitarios se los dieron afrontando gallardamente las consecuencias de un conflicto con Francia. El 21 de mayo se hace presente el comodoro Venancourt con una escuadra francesa apoderándose de los buques unitarios surtos en la rada.


Aquí ocurre la actitud de Rosas que no le gusta al Dr. Rebollo Paz. Como “representantes del gobierno legal (la Convención Nacional que sesionaba en Santa Fe), Rosas se dirige al comodoro para hacerle saber, en términos corteses, que los buques 
secuestrados pertenecen al “gobierno legal" y no debería devolverlos a los revolucionarios, sino a éste, o “guardarlos cerca y en seguridad” a la espera del fin de la guerra, si le cabía alguna duda sobre la legalidad. También le pidió una entrevista para explicarle la situación; pero Venancourt prefirió entregarle los buques a los unitarios, que el 25 de mayo – ¡lindo día para achicarse! – se allanaron a desmovilizar a los vascos.

Mármol publicó la carta de
 Rosas en su novela


La actitud de Rosas, delegado del gobierno soberano, ante la actitud de Venancourt es la única, que corresponde, y no comprendo cómo “en defensa de la soberanía” pudieran tomar otra. Además, no puede compararse la situación de 1829 con la de 1837. En 1829 el cónsul francés ha pedido, con toda razón, que no se aplicase la ley de milicias a una guerra civil; en 1837 el vicecónsul Roger exige la derogación de esta ley (que no se aplicaba). En 1829 la escuadra francesa obró contra revolucionarios que se habrían extralimitado, y Rosas interviene en nombre del gobierno legal; en 1837 el ataque es directo contra la autoridad legal. En 1829 los unitarios ceden; en 1837 Rosas no cede y acepta todas las consecuencias.

Al menos los franceses se habrán comido unos buenos asados...

Como conclusión final creo necesario decir que; mientras el Gobierno no garantizara las libertades individuales, despreciara la Constitución como un "simple cuadernito" como solía subestimar el gaucho, y mientras estos gobiernos se hallaran enfrentados por facciones, ninguno de estos  iba a representar al Estado Argentino democrático y republicano, sino que simplemente serían parcialidades que de esta manera, utilizaron en diferentes circunstancias una misma fuerza militar extranjera para tratar de vencer o debilitar a un enemigo interno.

Si tenemos a un heroe en Rosas en 1845, tenemos a un traidor en la misma persona 16 años antes. Pero como dijo Sábato: "en las religiones hay que creer para ver" y el fanatismo por Rosas hace ver a algunos que allí y solamente allí se hallaba la patria. ¿Adonde se halla ahora...?








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