domingo, 25 de marzo de 2012

El Chacho y el Facundo


Ángel Vicente Peñaloza, más conocido en nuestra historia con el nombre de “El Chacho”, vivía cuando joven en el pueblecito de Olta, allá… en La Rioja del terrible Facundo, donde la vida de un hombre dependía de la fuerza de su brazo y del filo de su acero.
Su carácter sereno, la imponencia del porte y su proverbial destreza con las armas lo había erigido en una especie de patrón y consejero, a quién todos acudían buscando solución a sus problemas y desventuras.
Por esos años era costumbre muy arraigada en el gauchaje que asistía a un casamiento, robar la novia aunque para ello tuvieran que abrirse camino a puñaladas.
En una oportunidad, en que “El Chacho” fue invitado a una boda, el comisario del pueblo, con dos milicos, trató de escaparse con la desposada, armándose entre los concurrentes un revuelo de los mil demonios.
De pronto, el popular caudillo de la localidad se lanzó sobre ello y arrebatándoles la pobre muchacha les pegó a los tres intrusos una soberana paliza. En cuanto al comisario, lo colgó de un árbol corpulento, con un lazo que le pasó por debajo de los brazos. Hecho esto regresó a la fiesta como si nada hubiera ocurrido. No bien se encontró entre sus convecinos, muchos de ellos se agruparon a su alrededor, para pedirle que huyera lo antes posible, pues en cuanto Quiroga se enterara de lo que había hecho a sus representantes, lo mandaría a fusilar.
-No me voy amigos –les respondió tranquilamente -yo no le tengo miedo al general Quiroga.
En cuanto obscureció, los sicarios del funcionario del Tigre de los Llanos y este (el comisario) de inmediato le envió un parte en el cual le decía que “el bandido Ángel Vicente Peñaloza llamado el Chacho se ha desacatado a S. E. en mi persona”.

Peñaloza y Quiroga. Caudillos riojanos

Al recibir la nota Quiroga mandó llevar a El Chacho a su presencia y escribió de puño y letra al pie de la misma: “Que se friegue por sonso y por cobarde”.
Cuando llegó a Olta la partida de montoneros que debía conducir a Peñaloza,  las viejas del pueblo prendieron velas a todos los santos y rezaron por el alma del valiente, al que ya daban por muerto.
-¿Quién sos vos para pegarle a mis hombres? –le preguntó Facundo al paisano.
-Me llamo Peñaloza señor –contestó este con altivez- y yo no voy a permitir que nadie moleste a mis vecinos, que son gente buena y trabajadora, aún cuando esos hombres sirvan a sus órdenes.
-Admiro tu valor muchacho, sobre todo cuando sabías que, lo que hiciste, podía costarte la vida –le dijo Quiroga sonriendo, y luego volviéndose hacia uno de sus ayudantes , le ordenó: -Que le den un sable y chaquetilla a ese valiente que, desde hoy, será teniente de mi escolta.

Tte. Juan Román Silveyra, Anecdotario Histórico Militar, Ed. Brunetti (1952)

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