miércoles, 8 de agosto de 2012

L'Etat c'est moi!

Luis XIV. Personificación del Estado Absoluto
Luis XIV da nombre a todo el siglo XVII. Es la centuria en que Inglaterra y Holanda triunfan en sus ideas liberales, mientras Francia adopta como divisa el principio del poder absolutoEl estado soy yo!
Francia está en el apogeo de su gloria. Versalles, con sus jardines recortados y sus praderas perfumadas, es el centro de gravedad de la política europea. En Versalles está el Rey Sol, y en su torno giran las demás naciones.

Aún no había cumplido cinco años y ya era rey de Francia. ¡Cuantas veces habrá acariciado con sus infantiles manos los cañones dónde el genio maquiavélico de Richelieu había mandado a escribir la frase: Ultima ratio regnum! Diriamos que en ellos, el monarca ha aprendido a leer.
Ya cumplidos los veintitrés años, muere el cardenal Mazarino. Hacía dieciocho que era rey sin reinar. "¿A quien hemos de dirigirnos Sire?" -le preguntaron sus hombres de gobierno-. "A mi" - replicó este monarca olvidado de sus deberes.
Desde ese día el rey jóven se pone a trabajar. C'est par le travail qu'on règne -es por el trabajo que los reyes reinan-, escribirá más tarde. Si es así, Luis XIV reina bien. Ni un solo día dejará de trabajar ocho horas diarias. "Su vida estaba tan reglada, que en cada minuto sabía toda Europa que hacía el rey de Francia" diría Saint-Simon.
Pasan así diez años. Regis ad exemplum totus componitur orbis - el mundo se forma de acuerdo al ejemplo de los reyes. Pero él no es eterno y su reino (su propiedad), le preocupa cuando piensa en el futuro. Y el futuro se concreta en el Delfín quien ya tiene siete años. Luis recuerda que a esa edad, ya era rey. Recuerda también cómo le faltó el consejo desinteresado de un padre que hubiera sido rey, y para evitar las posibles consecuencias de un azar funesto, en 1668, comienza a redactar sus "memorias sobre el arte de gobernar". 

Luis XIV representa la cima del poder absoluto. Centralizó en sus manos todo el poder. Se considera representante de Dios en la tierra y padre de una inmensa familia, y a la vez se siente supeditado a los deberes que ello le conlleva.
Luis XIV es la práctica y en cierto modo el creador del estilo absolutista de gobierno. Aunque también el absolutismo tiene en esos años un teórico: el cardenal Jacques Bénigne Bossuet. Sus ideas aparecen en la Politique tirée de l'Ecriture sainte -política sacada de las propias palabras de la sagrada escritura-, compuesta para uso del Delfín, de quien fue nombrado preceptor en 1670.
Bossuet completa y justifica conforme a la Santa Escritura esta política. Sostiene en Francia la tesis que Hobbes ha sostenido en Inglaterra, con la diferencia que Inglaterra es la patria del utilitarismo, como Francia es el lugar del espiritualismo.

El cardenal Bossuet fundamentó en la teoría,
 la práctica absolutista de Luis XIV.
Bossuet no se apoya en el temor o el interés, sino en la voz de Dios. El rey debe atenerse a la razón de Dios, porque también los reyes, esos "dioses de carne y sangre", morirán como hombres. "El pueblo debe temer al príncipe, pero el príncipe debe temer hacer el mal".

El cristianismo de Bossuet se acentúa con la idea de Providencia. Es la clave de todas sus ideas: "Dios establece los reyes como sus ministros, y reina mediante ellos sobre los pueblos". "Dios decide la fortuna de los Estados". "Dios hace la guerra para su pueblo desde lo más alto de los cielos"
Para Bossuet la autoridad real es sagrada, paternal, absoluta y sometida a razón. En estas cuatro notas queda encerrada su tesis absolutista, y son estas las notas con las cuales ha representado a la Providencia.
Bossuet no confunde el poder absoluto con el poder arbitrario. "Es absoluto porque es independiente de toda autoridad humana".  Absoluto es el concepto que se opone a relativo; absoluto es todo lo que no está condicionado. Así el cardenal observa que la situación no autoriza a la arbitrariedad; pues "hay leyes en los imperios, y es nulo de derecho cuanto se realiza contra ellas".


LA AUTORIDAD REAL ES SAGRADA

Dios establece los reyes como sus ministros, y reina mediante ellos en los pueblos. "El principe -dice San Pablo- es ministro de Dios para el bien. Temblad, si caeis en el mal; no en vano tiene la espada, y es ministro de Dios, vengador de las malas acciones".
Dios ejerce su imperio a través de los reyes "¿Pensáis poder resistir al reino del Señor, que posee mediante los hijos de David?".
El trono real no es el trono de un hombre, sino el trono del mismo Dios. "Dios ha escogido a mi hijo Salomón para colocarlo en el trono donde reina el Señor sobre Israel".
Y para que no se crea que ese tener reyes establecidos por Dios es particular de los israelitas, he aquí lo que dice el Eclesiastés: "Dios da a cada pueblo su gobernador; e Israel le está manifiestamente reservado".
Gobierna pues a todos los pueblos y a todos les da sus reyes, aunque gobierne a Israel de manera más particular y declarada.


LA PERSONA DEL REY ES SAGRADA

La persona de los reyes es sagrada y atentar contra su vida es un sacrilegio.
Dios les hace ungir por sus profetas con una unción sagrada, como hace ungir los pontífices y sus altares.
Incluso sin la aplicación exterior de esta unción, son sagrados por su cargo, como representantes de la majestad divina. El título de Cristo es dado a los reyes; y por todas partes se les ve llamados Cristos, o los ungidos del Señor.


LA AUTORIDAD REAL ES PATERNAL

Los reyes ocupan el lugar de Dios, verdadero padre del género humano. Además, la primera idea de poder aparecida entre los hombres es la del poder paternal. 
La obediencia debida al poder público aparece en el Decálogo, en el precepto que obliga a honrar al padre y a la madre.
Por todo esto, el nombre del rey es el nombre del padre.


LA AUTORIDAD REAL ES ABSOLUTA

Para hacer este término odioso, algunos fingen confundir el gobierno absoluto y el gobierno arbitrario.

El príncipe no debe dar cuenta a nadie de lo que ordena;

"Observad las órdenes que salen de la boca del rey y guardad el juramento que habéis prestado. No penséis escapar ante su faz, y no permanescáis en las malas obras, porque hará todo cuanto quiera. La palabra del rey es poderosa; y nadie puede decirle: ¿Por qué lo hacéis así? Quien obedezca no tendrá mal alguno".

Sin esta autoridad absoluta no puede hacer el bien ni reprimir el mal. Es preciso que su poder sea tal que nadie pueda tener la esperanza de escapar de su autoridad; y en fin, la sola defensa de los particulares contra el poder público debe ser su inocencia.
Esta doctrina está conforme a lo que dice San Pablo: "¿Queréis no temer su poder? Haced el bien".

Cuando el príncipe ha juzgado ya, no hay otro juicio;

Los juicios soberanos están atribuidos a Dios mismo. Cuando Josafat estableció jueces para juzgar al pueblo: "No es en nombre de los hombres como juzgáis, sino en nombre de Dios".

No existe fuerza coactiva contra el príncipe;

Se llama fuerza coactiva al poder de constreñir y ejecutar lo ordenado legitimamente. Solo al príncipe pertenece el mando legítimo; a él solo pertenece también la fuerza coactiva. Según San Pablo "Si no hacéis el bien, temed, no en vano tiene la espada".

Los reyes están, pues, sometidos como los demás hombres a la equidad de las leyes, porque deben ser justos y deben dar ejemplo a su pueblo; pero no están sometidos a las penas de las leyes; o, como dice la Teología, están sometidos a las leyes no en cuanto al poder coactivo sino en cuanto al poder directivo.

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Finalmente, las preocupaciones del Luis XIV por el reinado de su hijo fueron en vano. El Delfín murió en 1711, cuatro años antes que su padre. Su nieto Felipe V, el primer borbón español, y luego en Francia Luis XV, podrían únicamente aprovechar sus Memorias. Sin embargo, ya no será lo mismo. En Luis XIV culmina la grandeza de Francia -podría precisarse que hasta la muerte de Colbert-; mas también comienza en él su decadencia. Las guerras exteriores han dejado a la nación extenuada, al Estado arruinado. Ya en 1694 escribía Fenelón a su rey: "Vuestro pueblo muere de hambre. El cultivo de las tierras es casi abandonado; las ciudades y los campos se despueblan, los oficios languidecen, el comercio está aniquilado".

Versalles. Cuna del poder Absoluto de Luis XIV


   
Luis XIV había tratado de dominar en el exterior a Europa, como en el interior dominaba las voluntades y conciencias. Inevitablemente, se recuerda con la amarga ironía de todo saldo histórico sus propias palabras: "los imperios sólo se conservan como se adquieren; mediante el vigor, la vigilancia y el trabajo".


Fuente: Luis XIV, Memorias sobre el Arte de Gobernar, Espasa-Calpe, Segunda Edición (1947).

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