viernes, 19 de octubre de 2012

Unión Soviética, la Caída de un Mito

El final de la década del '80 y el principio de la década del '90 ha sido testigo de un hecho político que cambió el rumbo de la historia. Se trata de la caída del imperio soviético. Tan importante fue este suceso, que el historiador Eric Hobsbawn, en su historia del siglo XX, considera que la historia de ese siglo comenzó en 1914 al desencadenarse la Gran Guerra y terminó en 1991.
La Unión Soviética se dividió en sus repúblicas preexistentes, que se convirtieron en países independientes manteniendo algunos vínculos especiales, mientras que sus naciones satélites del Oriente europeo cambiaron en forma radical su sistema de gobierno, algunas conservando partido comunistas en el poder, pero con rasgos diferentes es sus objetivos y métodos de gobernar.
Hacía tiempo que la economía soviética daba señales de decadencia. Su tasa de crecimiento había ido disminuyendo en forma constante desde la Segunda Guerra. En verdad, hay fundadas sospechas de que no solo había bajado la tasa de crecimiento, sino que durante algunos años había sido negativa.
Los mismos soviéticos no dejaron de advertir su propia decadencia. Durante los años cincuenta y sesenta primero (bajo el gobierno de Nikita Kruschev), y en los años ochenta después (antes del colapso), se intentaron fracasadas reformas que, sin intentar establecer el sistema de mercado, introducían mecanismos liberalizadores, con la posible intención de evolucionar hacia ese sistema.


LA ÉPOCA DEL CRECIMIENTO

En la década de 1930, mientras la mayor parte de los países del mundo de economía de mercado se hallaba en medio del proceso de depresión más grave y largo de su historia, la Unión Soviética crecía a razón de más del 5% anual.
La aparente inmunidad del sistema socialista fue el atractivo para que después de la Segunda Guerra Mundial, muchos países se convirtieran al sistema socialista y éste produjera tanto interés en ciertos sectores, especialmente los juveniles.

El crecimiento de la economía soviética
estaba limitado por el tamaño de la población
al  ser el trabajo el factor del cual dependía
         
El panorama cambió luego de la Segunda Guerra: mientras la Unión Soviética decaía después de su victoria, los países industriales de economía de mercado, y especialmente los países derrotados por la guerra vivían períodos con grandes tasas de crecimiento. Este crecimiento de la economía de los países occidentales vino acompañado de beneficios sustanciales para los sectores más bajos de la sociedad, es decir, de efectos distributivos considerables impulsados por la acción del Estado.


LAS CAUSAS DE LA CAÍDA

El proceso de crecimiento económico en los países capitalistas consiste en aportes crecientes de técnica y capital. En la Unión Soviética, el proceso consistía, fundamentalmente, en aportes crecientes de mano de obra, precisamente el factor más ocioso durante la Gran Depresión.
Los éxitos soviéticos se dieron inicialmente dentro del marco del proceso de transferencia a la industria de una mano de obra campesina. Más adelante, el enorme esfuerzo femenino soviético, cuyo coeficiente de trabajo era el más alto del mundo (alrededor del 85%). Los horarios de trabajo eran extenuantes, y puede citarse el famoso movimiento estajanovista, que requería crecientes esfuerzos personales por incentivos patrióticos no económicos.

El minero Aleksei Stajanov. El estajanovismo alentaba el aumento de
 la productividad laboral por iniciativa de los propios trabajadores

El problema radica en que el modelo de crecimiento sobre la base de aportes crecientes de mano de obra tiene un límite: el límite de la población. A diferencia del sistema de mercado en dónde el modelo de crecimiento con crecientes aportes de capital y técnica, es prácticamente ilimitado.
Finalmente, cuando la Unión Soviética terminó de incorporar horas de trabajo adicionales a la producción, es decir, cuando cesó de aumentar los aportes del factor mano de obra, se empezó a agotar su proceso de crecimiento.

Un segundo aspecto que explica lo sucedido y que es, probablemente, más importante, son las inevitables limitaciones del sistema de planificación. En tal sistema económico de producción socialista, como corresponde por definición, las empresas son (con escasas excepciones) propiedad del Estado.
La planificación en la Unión Soviética, consistía en la fijación de metas de producción a las empresas, con fuertes incentivos por su cumplimiento, y también fuertes castigos por su incumplimiento. Las metas eran fijadas de acuerdo con una estimación de las necesidades de consumo y en función de los objetivos políticos vinculados con el futuro del país, su estrategia de crecimiento y, eventualmente, sus necesidades de defensa.



En 1928, cuando se formuló el primer Plan Quinquenal, la Unión Soviética tenía una economía primitiva que se caracterizaba por grandes cantidades de recursos ociosos, especialmente mano de obra. De esta manera, la planificación centralizada puede funcionar correctamente en una primera etapa, ya que pone a trabajar factores ociosos, y aún con errores apreciables puede funcionar con eficacia en comparación con un sistema de economía de mercado en medio de una depresión. Esto explica en parte, el éxito relativo de la economía soviética en los años tambaleantes de la economía de mercado.

Fuente: Jorge Macón, Economía del Sector Público, Ed. Mc Graw Hill (2001)

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