domingo, 22 de septiembre de 2013

El Teléfono Rojo, Mito y Realidad

Los angustiosos días vividos en octubre de 1962 dispararon intensas especulaciones sobre las verdaderas intenciones de ambos rivales, en tiempos en que los mensajes entre Moscú y Washington tardaban horas en traducirse y entregarse.
Una carta de los soviéticos del 26 de octubre de 1962, en la cual esbozaban una posible salida al conflicto, fue recibida por el embajador estadounidense en Moscú a las 09:42 hora local de Washington, pero no fue sino después de las 21 Hs que llegó al Departamento de Estado, luego de ser traducida y encriptada.
“La paz del mundo pendía de un hilo, pero tomó casi doce horas para que un mensaje de una superpotencia llegara a la otra”, escribió Michael Dobbs en su fundamental recuento de la crisis “Un minuto para la medianoche” (“One Minute to Midnight”).

Estos mensajes además “estaban redactados en el lenguaje opaco de la diplomacia de una superpotencia, que impedía al redactor admitir cualquier debilidad o equivocación”, indicó el autor.
Para agilizar la comunicación y reducir el riesgo de una guerra nuclear, los dos gobiernos establecieron el 30 de agosto de 1963 lo que llegó a conocerse como el “teléfono rojo”, pero que no era otra cosa que un cable que transmitía mensajes escritos.
Fue inaugurado el 30 de agosto de 1963, durante las presidencias de John F. Kennedy y Nikita Kruschev. Al parecer, Kruschev nunca lo llegó a usar, pero en 1967 Leonid Breshnev lo utilizó por primera vez durante la guerra de los seis días entre Israel y los países árabes para prevenir errores entre las naves soviéticas del Mar Negro y la Quinta Flota que estaban acercándose la una a la otra.
En la década de 1970, se agregó una línea telefónica satelital, que permitía compartir mapas, documentos y fotos entre ambos gobiernos.

La Casa Blanca y el Pentágono resguardan bajo llave el secreto de cuántas veces fue usado el “teléfono rojo”, pero los líderes de ambas potencias lo utilizaron, también en el marco del conflicto árabe-israelí de 1967, en el año 1973 y durante la invasión soviética a Afganistán en 1979.
En 1979, Jimmy Carter lo usó para protestar ante el Kremlin por la invasión soviética en Afganistán. Para desilusión de muchos, el uso real del teléfono rojo poco tiene que ver con el mito que se encargó de crear el cine: nunca fue utilizado para impedir el fin del mundo ni grandes catástrofes.
"One Minute To Midnight"
del periodista Michael Dobbs
El Pentágono siempre se negó a precisar con exactitud cuantas veces fue utilizado. "En las ocasiones en que se usó, el teléfono permitió al presidente de Estados Unidos comunicarse con el Kremlin y reducir los riesgos de conflicto, sin que se produjeran errores de interpretación", es el único comentario que realizaron al respecto los voceros del Pentágono.
La caída de la Unión Soviética y la emergencia de Estados Unidos como única potencia redujeron notablemente su uso, pero no lo abolieron del todo porque en tiempos en que las armas sofisticadas pueden estar al alcance de grupos terroristas capaces de provocar una catástrofe mundial es necesario que los líderes puedan comunicarse en tiempo real.
Moscú y las capitales europeas establecieron posteriormente sus propias líneas directas de comunicación. En 1996, China instaló su “teléfono rojo” con Rusia, antes de hacerlo dos años más tarde con Estados Unidos. En 2005, India y Pakistán los imitaron.
En septiembre de 2011, Estados Unidos le propuso a Irán, su actual mayor antagonista, una línea directa para evitar cualquier confrontación que pueda derivarse del polémico programa nuclear iraní, al que Occidente acusa de perseguir un arma nuclear, pero Teherán declinó la oferta.


El Teléfono Rojo En El Cine

La película de 1964 dirigida por Stanley Kubrick cuyo título en inglés es Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, traducida libremente como Teléfono Rojo, ¿Volamos hacia Moscú? narra la historia de un paranoico general estadounidense que, convencido de que los comunistas llevan envenenando el agua potable durante décadas, decide iniciar por iniciativa propia un ataque nuclear sobre suelo soviético. El incidente pronto se traslada a las altas esferas políticas y militares del país, que se ven imponentes para frenar el ataque debido a la rigidez de los protocolos aprobados por ellos mismos para este tipo de casos, que impiden que nadie, ni siquiera el presidente del país, pueda detener el ataque. Mientras entre todos intentan encontrar una solución al probable cataclismo, el Dr. Strangelove, uno de los consejeros del presidente, informa de la posibilidad de que los comunistas estén en posesión de un arma de destrucción masiva capaz de acabar con toda vida humana y vegetal del planeta y que, ante cualquier ataque norteamericano sobre su país, se pondrá en marcha automáticamente.


31 de agosto de 2003 (edición impresa Diario La Nación)
26 de octubre de 2012 Diario Publímetro (Perú)

domingo, 8 de septiembre de 2013

Propaganda K, Una Cuestión de Principios


1. Principio de simplificación y del enemigo único;Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.



2. Principio del método de contagio;
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.



3. Principio de la transposición;Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.



4. Principio de la exageración y desfiguración;Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.




5. Principio de la vulgarización;Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.



6. Principio de orquestación;La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".



7. Principio de renovación;Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.



8. Principio de la verosimilitud;Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.





   

9. Principio de la silenciación;Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.



10. Principio de la transfusión;Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.



11. Principio de la unanimidad;Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.




Estos son los 11 principios de Joseph Goebbels, quien fuera ministro de propaganda de la Alemania Nazi.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Freud y Perón

En el año 1971 un joven Pino Solanas realizó su, posteriormente, célebre entrevista al General Perón, la cual se proyectó con el nombre de 'Política y Actualización Doctrinaria para la toma del poder'. La misma tenía como objetivo difundirse entre los grupos activistas del peronismo, los cuales estaban ansiosos por recibir instrucciones de su líder que al momento se hallaba exiliado en Madrid. De aquí han salido muchas de las frases que con el tiempo se repetirían como un eco por sus incondicionales seguidores.
Uno de los temas más recurrentes en esta entrevista es el llamado que Perón hace a sus seguidores, instándolos abiertamente a tomar las armas para combatir al régimen militar que se encontraba en el poder en aquel momento. Llama mucho la atención que estas palabras no sean analizadas de manera crítica, teniendo en cuenta la importancia que reviste la figura de Perón dentro de la política argentina. Por supuesto que el peronismo, al igual que los militares de aquel entonces,  legitima la violencia como una forma de hacer política. 




Sin perjuicio de esto, solamente voy a reproducir aquí un pequeño fragmento de aquella entrevista, el cual no se refiere ya a la lucha armada, sino a una particular forma de proselitismo que pinta de cuerpo entero la esencia de su doctrina. Que cada uno saque sus propias conclusiones...

[...] nosotros hemos preparado bien a la juventud, a los chicos, desde la cuna, ya la mamá iba inculcándoles esto, la intervención de la mujer en la política y los derechos políticos de la mujer tienen su razón de ser revolucionaria. Es decir, que nosotros pusimos a la mujer... ¿por qué? Porque entre el nacimiento y entre los seis años se forma el subconsciente de los niños. Allí es donde hay que meterle el peronismo, ¡lógico!..., porque de eso no se independiza jamás. [...] Esta preparación ya viene desde la niñez, por ello algunos ni se imaginan y dicen: ¡Si éstos no lo han conocido a Perón! ¡Si han nacido después que el peronismo ya había caído en el '55! Sí, bueno, pero nuestros enemigos se encargaron de hacernos buenos, como dice el famoso refrán español: "Detrás de mí vendrán los que buenos me harán".

sábado, 31 de agosto de 2013

Del rechazo anarquista a las autoridades

“No pedimos nada mejor que ver a los hombres dotados de un gran saber, de una gran experiencia, de un gran espíritu y de un gran corazón sobre todo, ejercer sobre nosotros una influencia natural y legítima, libremente aceptada, y nunca impuesta en nombre de alguna autoridad oficial cualquiera que sea, terrestre o celeste. Aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias de hecho, ninguna de derecho; porque toda autoridad o toda influencia de derecho, y como tal oficialmente impuesta, al convertirse pronto en una opresión y en una mentira, nos impondría infaliblemente, como creo haber demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo.




.
En una palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales, aunque salgan del sufragio universal, convencidos de que no podrán actuar sino en provecho de una minoría dominadora y explotadora, contra los intereses de la inmensa mayoría sometida.

He aquí en qué sentido somos realmente anarquistas”.

Mijail Bakunin: Dios y el Estado. 1882.

La expulsión de los moriscos en España

La expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII es un episodio trascendental en la historia de España. En 1609 el rey Felipe III firmó el decreto de expulsión de todos aquellos españoles conocidos como moriscos. Descendientes de los andalusíes musulmanes que los Reyes Católicos forzaron a la conversión cristiana para poder seguir viviendo en su país, esta minoría fue siempre vista con sospecha y definida como “inasimilable”. Los moriscos se consideraban españoles en un sentido amplio y profundo, pero la sociedad hizo de ellos una minoría marginada y perseguida porque se dudaba de su fidelidad hispana y sinceridad cristiana. La pervivencia de costumbres, tradiciones, modos lingüísticos y una literatura aljamiada (castellano escrito con grafía árabe), en lugar de considerarse como uno más de los ricos regionalismos culturales existentes en los diversos reinos españoles, se valoró como la expresión de una “quinta columna” amenazadora y extraña a una españolidad liderada por un aparato represor religioso inquisitorial. La expulsión no fue un hecho exigido por la dinámica interna de la historia, ni ocurrido por ninguna presunta fatalidad histórica, fue un acto de odio civilizacional y religioso, liderado por la propia esposa del monarca, Margarita de Austria, algunos consejeros del rey que les consideraban un peligro militar y para la seguridad, por los fanáticos de la pureza de sangre y por ciertas personalidades eclesiásticas, como el arzobispo de Valencia Juan de Ribera (si bien el Papa, Paulo V, no aprobó la expulsión y aconsejó que se continuase su catequización).

Felipe III consumó la expulsión de los moros de España en el año 1609







.
Entre las exageraciones de la escuela minimalista y maximalista, la opinión historiográfica más consensuada habla de 300.000 expulsados, más unos diez o doce mil muertos en el proceso de destierro, lo que equivalió a un 4% de la población total. Este porcentaje tenía, además, un gran valor cualitativo porque en su mayoría constituía una muy trabajadora población activa que dominaba como ninguna otra las artes agrícolas, el uso del agua y aportaba importantes dividendos a las arcas del estatales y los nobles terratenientes. De ahí que las consecuencias demográficas y económicas de su expulsión fueron graves y en algunos casos catastróficas (como en los reinos de Valencia y Aragón donde constituían la tercera y sexta parte de la población respectivamente), y en general una pérdida sustancial de vitalidad económica y demográfica para España. Fue, sin duda, un factor de peso, aunque no el único, en la aguda recesión española del siglo XVII. Esta preocupación material y práctica, junto a otras circunstancias de tipo humanitario, motivó resistencias y desacuerdos con la decisión de la expulsión, dándose intentos de evitarla o no cumplirla.

Calcular cuántos se quedaron, o incluso cuántos volvieron clandestinamente tras la expulsión, ha sido muy difícil de evaluar. No obstante existen fuentes documentales suficientes para considerar que el componente morisco no desapareció en España a consecuencia de la expulsión.

Los moriscos españoles se desperdigaron por el Mediterráneo, e incluso por Africa subsahariana (como Yuder Pachá, originario de Almería, y cuya influencia política y cultural llegó hasta Tombuctú) y el continente americano, pero donde sin duda se instaló la mayor parte fue en la costa magrebí (Marruecos, Argelia y Túnez). Allí llevaron su rico componente cultural español, su sabiduría agrícola y ganadera, su patrimonio artístico, sus apellidos hispanos, y sus huellas quedan hasta hoy día visibles. Sin embargo, su adaptación no fue fácil. El desarraigo y las dificultades para acostumbrarse a un mundo muy distinto del que venían les llevó tiempo y esfuerzo. Y no siempre fueron bien recibidos. Ellos eran españoles, y su lengua, costumbres, modo de vida e incluso práctica religiosa (unos se habían convertido en verdaderos cristianos y los que habían conservado secretamente su vínculo con la fe islámica la practicaban de manera más simple o imperfecta) distaban mucho del medio norteafricano al que llegaban deportados.



Esta experiencia de intolerancia, fanatismo y racismo sociocultural y religioso está muy escasamente presente en la memoria colectiva e histórica de la España actual. Junto a la de los judíos, esta es la otra expulsión (cuantitativamente mucho mayor) menos conocida, publicitada y denunciada como algo que nunca deberá volver a ocurrir. En el año 2009, se cumplió su IV centenario y el día de hoy ha de ser la ocasión para crear una nueva conciencia y sensibilidad sobre esas otras oscuras páginas del pasado español. Como dijo el escritor José Manuel Fajardoel Cuarto Centenario de la expulsión de los moriscos debería jugar el mismo papel que desempeñó en 1992 la conmemoración de la expulsión de los judíos: una ocasión para reconciliar a la sociedad española con su propia Historia”. Y más aún cuando en los momentos actuales se experimenta un proceso creciente de islamofobia en las sociedades occidentales, que a su vez está alimentando el anti-occidentalismo musulmán. Los moriscos, y su tragedia, pueden aún rendir un inapreciable servicio simbólico a favor de la reconciliación.

Fuente: Gema Martín Muñoz, Directora general de Casa Árabe, España

domingo, 21 de abril de 2013

La divisa punzó

Sin más preámbulos, este es el decreto del 3 de febrero de 1832, firmado por Juan Manuel de Rosas y Juan Ramón Balcarce, en el que se consagraba oficialmente el uso de la divisa punzó. Comenzaba la institucionalización de la división y el odio en la Argentina. En el se decía que estimándose conveniente...

...consagrar del mismo modo que los colores nacionales el distintivo federal de esta provincia y construirlo, no en señal de división y de odio, sino de fidelidad a la causa del orden y de paz y unión entre sus hijos bajo el sistema federal, para que recordando éstos los bienes que han gozado más de una vez por la influencia de este principio, y de los desastres que fueron siempre el resultado de haberlo abandonado se afiancen al fin en él, y lo sostengan en adelante con tanto empeño como la misma independencia nacional...
 1° A los 30 días de la publicación de este decreto todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes, los oficiales de milicia, los seculares y eclesiásticos que por cualquier titulo gocen de sueldo, pensión o asignación del tesoro público, traerán un distintivo de color punzó, colocado visiblemente en el lado izquierdo sobre el pecho.
 2° El mismo distintivo usarán los profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y cirugía que estuvieren admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas facultades, los procuradores de números, los corredores de comercio, y en suma todos los que, aún cuando no reciban sueldo del estado se consideren como empleados públicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesión, bien por haber obtenido nombramiento del gobierno.
 3° Los empleados militares incluso los jefes y oficiales de milicia; las fuerzas de línea; en suma las que componen el ejército de la provincia y las de milicia en servicio, llevarán en la divisa la inscripción "Federación o Muerte". Los demás comprendidos en los artículos anteriores usarán de la inscripción Federación.
 4° Los que contravinieren a lo dispuesto, si fuesen empleados serán suspensos inmediatamente de sus empleos por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan, que cuidarán de hacerlo indefectiblemente bajo la más estrecha responsabilidad, dando cuenta al Gobierno por el ministerio que corresponda para la resolución más conforme.
 5° Con respecto a los que no fuesen empleados, el jefe de policía velará sobre el cumplimiento de este decreto y dará al Gobierno los avisos necesarios.
 6° Comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Oficial.

Aceptada la primera imposición, Rosas cobra fuerzas y paulatinamente va uniformando el uso de la divisa y la obliga a llevar hasta a los mismos preceptores. Es digno de conocerse el de fecha del 27 de mayo de 1835...

Sin embargo lo resuelto y comunicado al Inspector General de Escuelas, en 11 de Marzo de 1831, para que los preceptores y demás empleados del departamento usen la divisa Federal, proponiendo a que los discípulos lo hiciesen, se ha advertido que algunos de éstos en las escuelas particulares no usan dicho distintivo.
Convencido S.E. que cuando desde la infancia se acostumbra a los niños a la observancia de las leyes de su país, y por ello al respeto debido a las autoridades, esta impresión quedándoles grabada de un modo indeleble, la patria puede contar con ciudadanos útiles y celosos defensores de sus derechos; e igualmente persuadido que deben ser educados según las miras políticas que el Gobierno se proponga en beneficio de Estado, para que pueda fundarse la esperanza que algún día lo sostenga dignamente; y habiendo esta Provincia comprometídose a sostener a todo trance la causa nacional de la Confederación Argentina, a que todas las Provincias de la República se han ligado por medio de tratados solemnes; ha dispuesto S.E. que con esta fecha se manifieste al Inspector General de Escuelas que siendo la divisa punzó una señal de fidelidad a la causa del orden, la tranquilidad y del bienestar de los hijos de la tierra, bajo el Sistema Federal, y un testimonio confesión pública del triunfo de esta sagrada causa en toda la extensión de la República, y un signo de Confraternidad entre los Argentinos, ordene lo que corresponda, a fin de que todos los preceptores, empleados y niños de las Escuelas, así particulares como del Estado en esta Provincia usen la divisa Federal, según las disposiciones vigentes.
Fuente: Iconografía de Rosas
Juan A. Pradère

viernes, 8 de marzo de 2013

Un Héroe, Una Tumba

En la madrugada del 9 de octubre de 1841, el general Juan Galo de Lavalle murió en la ciudad de San Salvador de Jujuy, en la casa de Zenarrusa (Hoy Museo Histórico Provincial).
El hecho no está para nada esclarecido. La versión más difundida cuenta que un grupo de milicianos federales, al ver luz en la casa donde hasta el día anterior se había alojado el Dr. Vedoya abrió fuego y una bala que atravesó la puerta, fue a darle mortalmente en la garganta, sin que su victimario, José Bracho, supiera en un primer momento, que el hombre al que su tiro había derribado accidentalmente, era nada menos que el jefe de la cruzada antirrosista.


Casa Dónde Fue muerto Lavalle, hoy Museo Histórico de la Provincia de Jujuy


El anuncio de la muerte del general causó estupor en su ya desbastada tropa, que lejos de dispersarse para salvar sus vidas, decidió continuar la lucha por la única causa heroica que le quedaba por cumplir: llegar hasta la frontera de Bolivia, para poner a salvo los restos de su jefe.
Ya en el poblado de Tilcara, ubicado a casi 70 kilómetros de la capital jujeña, el ejercito que portaba el cuerpo de Lavalle se detuvo en la antigua capilla de la ciudad para velar sus restos. En realidad, no está claro el hecho de que dicho lugar ubicado en una esquina frente a la plaza de Tilcara fuera simplemente una casa de familia, a la cual se intentó "dar" status de templo religioso solamente durante el año 1841 simplemente por haber sido el lugar donde fueron velados los restos del malogrado General.


Casa dónde fueron velados los restos de Lavalle en Tilcara (Jujuy)


No existe documentación sobre el tiempo que permanecieron allí, pero los historiadores coinciden en que, dada la proximidad de las tropas enemigas, solo fueron un par de horas. No hubo velorio oficial, sólo un breve responso. Después de nuevo la marcha. Pero como el cadáver había empezado a descomponerse, se decidió, 30 kilómetros después, descarnarlo a orillas del arroyo de Huacalera. Con el corazón en un tachito de agua ardiente y los huesos guardados en cajas, cubiertos con arena fina y seca del camino y la cabeza envuelta en un pañuelo blanco muy ajustado, esos 178 hombres y Damasita Boedo, su última amante, continuaron la marcha hasta cruzar el pueblo de La Quiaca, confín de la patria y penetrar en suelo boliviano el 17 de octubre, día ese en que su general Lavalle hubiera cumplido 44 años. 


Museo Histórico Provincial de San Salvador de Jujuy. La puerta por dónde se especula pasó el disparo, ha sido en parte restaurada y hace imposible que las pericias extraigan nuevas conclusiones. Tierra de Riobamba junto a la imagen de Lavalle. Réplica del poncho de Lavalle cuyo original se encuentra en el Museo Enrique Udaondo de Luján.


Lavalle se proclamó al frente de la Legión Libertadora en 1839. Era su propósito, y el de todo el partido unitario del cual algunos de sus miembros más representativos (Florencio Varela, Julián Segundo Agüero, etc) se encontraban exiliados en Montevideo, terminar con el gobierno de Juan Manuel de Rosas el cual se encontraba atravesando un momento de crisis, que tras superarlo saldría fortalecido dando comienzo al período más sangriento de su dictadura.
Los dos años subsiguientes fueron para el León de Riobamba, de derrotas y desastres militares: Las batallas de Quebracho Herrado y Famaillá  marcarían el final de esta campaña. La primera ocurrida el 28 de noviembre de 1840 en la provincia de Córdoba, enfrentaría a las tropas libertadoras con las huestes del oriental Manuel Oribe quien vencería a Lavalle obligandolo a retirarse hacia el Norte, donde ocho meses más tarde sería vencido nuevamente en la localidad tucumana de Famaillá. 


Conducción del cadáver de Lavalle por la Quebrada de
Humahuaca. Óleo Juan Manuel Blanes (MHN)


Una herida en una de sus piernas y la consecuente gangrena, marcarían los últimos momentos de la vida de Lavalle. Los escritos del militar francés Alejandro Danel, alineado a las tropas libertadoras desde 1839,  
son la fuente de dónde se extrajo gran parte de la información referida a la suerte que corrieron los restos del General en su periplo a Potosí. Aquí un extracto;

Se trató de enterrar su cuerpo, llevando únicamente la cabeza. Medida a que me opuse resueltamente, proponiendo entonces al coronel Pedernera que yo en persona descarnaría dicho cadáver, antes que abandonar esos restos preciosos a la cruel profanación de los tiranos. Efectivamente, en primera parada por la falda del Volcán, me acerqué al rancho de una familia Salas, hacia la derecha del camino, pedí salmuera y un cuero en el que, con los ojos llenos de lágrimas extendí el cadáver de mi amado general, ya en completa corrupción, y como Dios me ayudó, es decir, sin otro instrumento de cirugía que mi humilde cuchillo, recordando sí que era hijo de un médico notable y que debí ser médico yo mismo, ha haber nacido con menos fuego en el alma y más egoísmo en el corazón.

Busto de Lavalle a metros del zaguán dónde fue encontrado muerto. Recreación de la sala velatoria en Tilcara (Jujuy)

 Los Restos del General Lavalle fueron depositados en la catedral de Potosí el 22 de octubre de 1841 y  en  1861 fueron, finalmente, repatriados a la Argentina, donde descansan en el cementerio de la Recoleta en la ciudad de Buenos Aires.


Mausoleo de Juan Lavalle. Cementerio de la Recoleta. Buenos Aires


 Entonces llegan los aledaños de Jujuy: ya se ven la cúpula y la torre de la iglesia. Es la quinta de  los tapiales de Castañeda.  Es ya de noche. Lavalle ordena a Pedernera acampar allí. Él, con una pequeña escolta irá a Jujuy. Buscará una casa dónde pasar la noche: está enfermo, se derrumba de cansancio y de fiebre. [...]
 Pedernera, que duerme sobre su montura, se incorpora nerviosamente: cree haber oído disparos de tercerolas. [...] tiene una sombría intuición, piensa que deben ensillar y mantenerse alerta. Así se empieza a ejecutar cuando llegan dos tiradores de la escolta de Lavalle, al galope, gritando: ¡Han muerto al general! [...] 
En el zaguán, bañado en sangre, yace el cuerpo del general. Arrodillada a su lado, abrazada a él, llora Damasita Boedo. [...] Todos corren, gritan. Nadie comprende nada: ¿dónde están los federales? ¿Por qué no han muerto a  los demás? ¿Por qué no han cortado la cabeza a Lavalle?
 Ernesto Sábato, "Sobre Héroes y Tumbas".

domingo, 3 de marzo de 2013

Casa Belgraniana en Tucumán

La ciudad de San Miguel de Tucumán en la esquina de Bernabé Aráoz y Bolívar, ofrece a quien quiera realizar un significativo viaje al pasado, una recreación de la modesta casa que Manuel Belgrano mandó a construir en 1816, la cual habitara hasta pocos meses antes de su muerte. 

Se trata de una vivienda con techos de paja, construida en su tamaño original con materiales similares a los de la época. Con los espacios mínimamente necesarios para vivir de manera simple y austera. Como toda vivienda su patio con el típico aljibe y una huerta para el abastecimiento del hogar. El mobiliario también recreado de la época, como el catre en el aposento del prócer y las sillas de estar, fue realizado en su totalidad por artesanos tucumanos. 



Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nace en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, hijo del comerciante italiano Domingo Belgrano y su esposa, la criolla, María Josefa González Caseros. 

Se educó en el Real Colegio de San Carlos en Buenos Aires, luego viajó a España para estudiar leyes en Salamanca y Valladolid. En 1793 se recibió de abogado y en 1794 asume el cargo de Secretario del Consulado de Buenos Aires. 

En 1806 sin haber vestido nunca un uniforme, ni haber recibido instrucción militar, se suma a la defensa de Buenos Aires en las primeras Invasiones Inglesas, Manuel Belgrano encuentra en la tarea de promover la independencia su más alto cometido. 

Manuel Belgrano fue el principal líder de la revolución de mayo de 1810, participando del cabildo abierto del 22 de mayo, votó por el reemplazo del Virrey Cisneros por la Junta de Gobierno. El 25 de mayo es nombrado Vocal de la Primera Junta con Castelli y Paso. 

Dos años después, el 27 de febrero de 1812, crea la bandera celeste y blanca, haciéndola jurar a orillas del río Paraná. Allí recibiría la orden de ponerse al frente del Ejército Auxiliar del Alto Perú (llamado a partir de 1814 Ejército del Norte) como General de las tropas independentistas. 

Al frente del Ejército Auxiliar del Alto Perú, el General Manuel Belgrano, encabezó el Éxodo Jujeño y tras detenerse en Tucumán en el paraje La Encrucijada, se encuentra con Bernabé Aráoz y un grupo de tucumanos que le proponen un nueva estrategia: presentar batalla aquí mismo al ejército realista. Para ello se ponía a su disposición, casa, alimento, el dinero y los hombres que lucharían para impedir la pérdida de Tucumán, en los límites de la nueva nación que comenzaba a gestarse. 



            
Vence el 24 de septiembre de 1812, luego avanza y el 20 de febrero del año siguiente triunfa en la batalla de Salta. Como premio a estos triunfos, la Asamblea del Año XIII le otorgó 40.000 pesos oro que el general donó para que se construyeran cuatro escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. 

En enero de 1814 deja el mando del ejército en manos del Gral. José de San Martín, quien reestructura el ejército, le construye un asiento fijo en el cuartel de la Ciudadela, y lo denomina Ejército del Norte. En diciembre de ese mismo año, viaja en misión diplomática a Europa, desde donde trae un informe pormenorizado que será clave en el Congreso de Tucumán para declarar la independencia argentina. 

           
A partir de 1816 manda a construir su casa en Tucumán, en un predio del Campo de las Carreras que él intentó comprar, pero el cabildo tuvo el honor de donarle en reconocimiento a los grandes servicios que hizo a la Patria. 

Allí tuvo su residencia hasta febrero de 1820, fecha en que regresó a Buenos Aires, muy enfermo, donde moriría el 20 de junio. 

Fuente: Casa Belgraniana (San Miguel de Tucumán)